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"A Macri le ha fallado la pata legislativa"

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Eduardo San José Requejo.

Entrevista de Juan Manuel Alzamendi en su espacio Dos Florines, en El Diario de Paraná:

–¿Cómo ve al gobierno de Mauricio Macri en lo que lleva de gestión?

–No se han cubierto las expectativas. El gobierno de Macri asumió con unas prioridades de carácter económico: el pago a los holdouts, el reingreso al circuito financiero mundial y la vuelta de las inversiones. Ha conseguido cubrir la primera parte con el pago de la deuda y pudo reinsertarse en los circuitos financieros, aunque la posibilidad de asumir deuda para la Argentina ha vuelto a unos intereses altos pero que guardan relación con la situación de déficit público, de PBI y deuda del país. No obstante, le falló la última parte que es la llegada de inversiones para, fundamentalmente, activar la economía.

–¿Por qué cree que esto no ha ocurrido aún?

Le ha fallado la pata legislativa. En Argentina no ha cambiado nada legislativamente desde el año pasado, es muy difícil legislar desde la presidencia del gobierno ya que las Cámaras no pertenecen a Cambiemos, con lo cual el acompañamiento de esas medidas para atraer inversiones ha resultado complicado.

Al margen del pago de la deuda y la vuelta a los circuitos financieros internacionales Argentina necesita dotarse de un corpus legislativo que dé garantías y lo convierta en un país creíble. Hoy por hoy en Argentina sigue siendo posible expropiar una empresa como fue el caso de Repsol, entonces mientras eso sea posible es evidente que no hay garantías jurídicas para que un inversor con un proyecto a 10 años decida invertir en Argentina.

–¿Cuál es su opinión respecto de las medidas proteccionistas del país?

–Mi visión personal es que, en la situación en la que quedaron ustedes después de 2001, no hubo más remedio que ser proteccionistas. En ese momento Argentina queda fuera del mundo porque no cumple sus compromisos financieros, no tiene credibilidad ni crédito, con lo cual no es que se desea producir la mayor parte de los bienes en el país, es que nadie les vendía. Entonces el proteccionismo argentino no llega como deseo político, sino como una necesidad provocada por una situación de crisis financiera.

–Pero de 2001 a 2015 ha pasado un buen tiempo...

–Claro, lo que no es tan normal es que se haya prolongado tanto. Hoy por hoy uno de los países en donde se ven las cosas más absurdas en términos económicos es Argentina. Parece increíble que, por ejemplo, la telefonía celular, que es clave en el desarrollo económico de cualquier economía moderna, sea uno de los productos que al pasar por la aduana pague impuestos.

Este tipo de proteccionismo no tiene ningún sentido, porque más allá del mantenimiento absurdo e irreal de unos puestos de trabajo, se fabrican teléfonos caros y fuera del mercado, con lo cual estás condenando un país no progresar.

La tecnología adquiere importancia porque es clave en las relaciones comerciales, no sólo en las relaciones humanas. Esto es sólo un ejemplo, pero también hay que preguntarse por qué la Argentina tiene un sector hotelero más caro que Europa, o por qué la ropa es más cara en Argentina que en Europa, todo esto no tiene sentido más allá de un proteccionismo injustificado en pleno Siglo XXI.

–Los defensores de ese tipo de medidas ponen el énfasis en la defensa de los puestos de trabajo. ¿Puede haber un punto de equilibrio en este sentido?

Lo malo que tiene el mercado es que es implacable. Y si se actúa contra el mercado estableciendo determinadas medidas, el mismo mercado lo acaba corrigiendo y al final no es que pierdas 2 mil puestos de trabajo, es que pierdes 20 mil. Es decir, cuando el tema revienta has perdido los 2 mil que pretendías defender al principio más los otros que no se han podido generar en el camino por ese proteccionismo.

–En el equipo de gobierno hay una puja entre quienes plantean gradualismo y quienes bregan por la inmediatez en la toma de medidas, ¿cómo ve esa tensión?

Yo añadiría un tercer elemento en esta ecuación que es el explicar por qué, para qué y a dónde se quiere llegar; creo que al Gobierno le falta explicar estas cuestiones. Se le puede pedir a la ciudadanía ciertos sacrificios bien definidos, pensemos en el gas o la electricidad, pero sólo si se explica cuál es el objetivo de esto.

En el caso de los tarifazos, no han sido explicados. La única explicación que llegó a la ciudadanía es que el gas estaba muy barato, eso no me sirve como argumento político. Tú puedes explicar claramente que al gas lo estás pagando en divisas a Bolivia, que las subvenciones favorecen a los ricos y que está costando equis millones de dólares al año y que, por consiguiente, se pretende poner un precio real del gas que se pueda pagar, establecer subvenciones a quien las necesita con el objetivo de equilibrar recursos de una subvención fuera de lugar. Explicar, por ejemplo, que se pretende tener autonomía financiera energética en cierta cantidad de años sobre la base de la corrección de una política financiera, hasta entonces, incorrecta y que pasado ese tiempo el sistema estará estabilizado. Ésta sería una manera correcta de explicarlo y entonces la gente lo puede entender o puede evaluar si está dispuesta o no hacer ese sacrificio. Ahora bien, si la única explicación es que se va a subir porque está muy barato es insuficiente, lógicamente la gente quiere que sea barato.

–En torno a este tema ciertos sectores hablaban de un problema de comunicación por parte del equipo de gobierno de Macri para transmitir sus ideas…

–Bueno, lo que pasa es que en Argentina hay demasiados periodistas políticos—interrumpe sonriendo y tras retomar el tono continúa— yo no creo que sea un problema de información, sino de inconsistencia de mensaje. Si tú no tienes nada que comunicar lo disfrazas con muchas florituras para no decir nada.

Lo mismo ocurre con las inversiones, no se puede salir al exterior a buscar inversiones cuando no hay un empresariado nacional que invierta. El que tiene dos pesos se va de viaje y compra dólares, es decir, lo destina al consumo y una cosa es consumir y otra cosa es invertir. Se ahorra poco porque lo que hace la inflación es que te interese consumir cuanto antes lo más rápido posible y esto también afecta al sector empresarial porque en lugar de estar invirtiendo en maquinarias e infraestructuras, se queda quieto y gasta. Entonces si los argentinos no creen en su propia economía cómo vamos a creer el resto.

–¿Cómo se dan señales de confianza?

–Al gobierno de Macri le faltan tres cosas: lo primero es un plan económico claro y entendible por la población. Insisto: que explique qué se quiere hacer, cómo y para qué. Lo segundo es un corpus legislativo que garantice credibilidad hacia el exterior, y en tercer lugar algo que no se está haciendo y sobre lo cual al menos yo no he escuchado ningún planteo al respecto: hay que vender Argentina.

Argentina tiene que salir al exterior a participar en todos los foros comerciales e industriales y venderse, con presidente o sin presidente, con empresarios o con quien sea. Desde luego la imagen de Argentina que existe en el exterior no es la de un país potente comercialmente, entonces se pueden conseguir inversiones por la vía de quedarse sentado en la Casa Rosada y esperar que venga alguien o se pueden conseguir mediante acuerdos comerciales e intercambios con determinados sectores.

–Respecto al paquete legislativo, ¿cómo ve la estrategia del oficialismo nacional de cara a las elecciones legislativas de 2017?

–Éste creo que es fundamentalmente el principal problema, porque todo lo que hemos estado hablando de la prioridad económica era lo que se planteaba el gobierno de Macri cuando llegó a la presidencia el año pasado, pero las circunstancias han hecho que se abandonaran esas prioridades de carácter económico y de reconversión de la sociedad económica y hoy veo prioridades de carácter político.

No tengo en claro cuándo se dio el quiebre, pero el chip actual del Gobierno nacional, de cara a las elecciones, es netamente político. Quizá sea lo correcto, si es necesario recuperar el poder de las Cámaras como paso previo para poder actuar, pero lo que hay que tener en cuenta es que entre una cosa y otra, cuando finalicen las elecciones de 2017, habrá pasado la mitad de su gestión.

Yo creo que es posible trabajar en el plano político y en la gestión. No entiendo por qué el gobierno es monolítico y va en bloque, cuando se puede tener perfectamente un equipo económico trabajando en una línea y un equipo político trabajando en otra, pero ellos sabrán.

–Suponiendo que Cambiemos alcance la mayoría en ambas Cámaras tras las elecciones del año próximo, ¿qué cambios cree usted que podrían abrirse en el futuro inmediato del país?

–Creo que todos los gobernantes de la Argentina en los últimos 70 años han coincidido en el diagnóstico pero ninguno ha tenido la solución, lo cual me lleva a pensar que es complicado aplicarlo porque ningún gobernante tiene el valor de asumir las medidas necesarias que son fundamentalmente de ajuste.

Todos los planteos que se hacen van por la vía de la emisión de deuda pura, es decir pedir dinero, o bien por la emisión de moneda que es otra manera de generar deuda. Pero a estas medidas encuentro que le falta algo de ajuste, no pienso necesariamente en retirar planes sociales, sino más bien en la barbaridad de recursos que cobran los políticos en este país y no sólo en relación a la propia economía nacional. Si uno compara lo que cobra un diputado provincial en Argentina con un diputado nacional en España, que somos un país con un poquito más de recursos, te quedas loco.

Nadie habla de eso y creo que es un factor que hay que incluir en el debate como elemento modelo, porque si tú quieres plantear ajustarse el cinturón al resto de la sociedad, tienes que empezar a explicarlo ejerciendo como modelo: voy a dejar de cobrar 100 mil pesos al mes. ¿Cómo un diputado va a cobrar eso? ¿Sabes todos los dólares que son? ¿Todo lo que hay que esforzarse para ganar ese dineral en el resto del mundo? Creo que no son conscientes de en qué país están. Un diputado, un intendente o un concejal no pueden ganar 100 mil pesos, ni 50 mil.

Claro, que lo que está distorsionando ese nivel de sueldos es fundamentalmente la inflación, que lo distorsiona todo porque no tienes referentes temporales para poder comparar. Entonces cuando se negocia un sueldo se está pensando siempre en el factor inflacionario, que hacen que al final el sueldo se vaya a unos niveles estratosféricos y la inflación va detrás, o no, pero lo que está claro es que los sueldos no vuelven a bajar.

–Usted hacía referencia a que la reputación de la Argentina no goza de buena salud en el concierto internacional. ¿Cómo afecta esto en la capacidad de conseguir financiamiento externo?

–El problema de Argentina es que, al igual que muchos particulares en el país, cuando se toma deuda no hay mucha intención de pagarla, ni se sabe bien cómo lo harán, y ésta es la diferencia con un país de verdad.

Los vencimientos en un país serio se pagan, a esto también lo conozco a nivel profesional. Si trabajas con argentinos, por cada uno honesto, te encuentras con cinco deshonestos, hay una decadencia moral en cuanto al cumplimiento de los compromisos financieros que yo no sé si la ha provocado el Estado y se ha trasladado a toda la población o forma parte del “kit argentino”. Pero esto hay que tenerlo claro, no es que haya que pagar más o menos, hay que pagar.

–¿Ve como recomendable el endeudamiento en estas circunstancias?

–Al igual que ocurre con una familia, se tiene que tomar la deuda que se puede pagar y a partir de ahí las deudas buenas son las que están dirigidas a la inversión, no para consumo. Tú puedes endeudarte para comprar un tractor y ganar dinero, pero endeudarte para comprar un traje para presumir por las tardes no es inversión. Tenemos que tener en claro que la inversión es interesante, para un país, para un individuo o para un empresario, y que el gasto es otra cosa. Parece que estos conceptos no están claros todavía en la Argentina. En un escenario de complejidad como el que empezó a tener España a partir de 2007, se eliminó en la sociedad el gasto superfluo y sólo se sostuvo el gasto imprescindible y la inversión productiva. En esos años, desde 2007 hasta 2011, la sociedad española ha disminuido su deuda un 47%, es decir que ha estado pagando sus hipotecas.

El problema que tiene ahora fundamentalmente el sistema financiero español y parte del europeo, es que nos hemos acostumbrado a no pedir créditos. Yo no digo que lleguemos a eso en la Argentina, pero se podría buscar un término medio. Que cuando el Estado se plantee endeudarse, que también explique para qué: no es lo mismo hacer una carretera para que paseen unos señores en un country a que se haga una inversión para que una fábrica que está exportando productos pueda llegar al puerto en el menor tiempo posible.

–¿Cree que estas cuestiones están identificadas en la clase dirigente?

–Claro que están identificados los problemas económicos. Ahora bien, la pregunta que hay que responder es si hay voluntad de arreglarlos. A la vista de los acontecimientos parece que no, al menos no hay voluntad momentáneamente. Existen buenas intenciones, pero de buenas intenciones no vive el mundo.

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Desde que anticipó el triunfo de María Eugenia Vidal en el territorio bonaerense 2015, el politólogo español Eduardo San José Requejo (consultora SyM), visita con frecuencia la Argentina, atendiendo a algunos clientes. Le preocupa la falta de atención de las autoridades y de una porción considerable de la sociedad respecto de las consecuencias de la inflación: "Os puede volver locos”, afirma. Pero también habla de otras cuestiones, además de preparar una paella aconsejable, siempre que le proporcionen los ingredientes indispensables.
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